RICHARD WAGNER (1813-1883) El anillo de los nibelungos (Parte III)
Regresando a la juventud de Siegfried: Mime no comprende cómo el muchacho es capaz de romper todas las espadas que le forja en la fragua; pero también está consciente en que debe recuperar la legendaria espada Nothung para que en manos del joven héroe derrote a Fafner y recupere el tan añorado tesoro de los nibelungos. Aparece Siegfried en la cueva arrastrando a un enorme oso que ha cazado en el bosque. No resulta improbable que Siegfried odie a Mime (es más, le repugna). Al llegar se enfrasca en una acalorada discusión con el enano nibelungo. El adolescente insiste que él no puede ser su padre pues ha visto en el bosque que las crías se asemejan a sus progenitores. Tan furioso está el muchacho que Mime le revela la historia de Sieglinde y Siegmund, de cómo nació en medio del bosque y de la existencia de la espada heredada, mostrándole sus añicos. Siegfried está feliz por el hallazgo de la espada, y (ahora sí, bien contento) le ruega a Mime que reconstruya los pedazos en la espada vengadora mientras él se va al bosque. Mime está temeroso de no poder lograr esa tarea; pero estando en esas aparece un anciano hombre con ropajes azules (¿le suena?) y le pide al nibelungo que lo reciba. Éste, sintiéndose acosado, le dice al anciano que se retire, pero el otro insiste en que habrá de apostar su cabeza contra la de Mime en un torneo de destreza mental. Así, la tercera de las preguntas que debe contestar Mime es harto comprometedora: ¿quién podrá reparar Nothung? Mime... se queda mudo. Entonces, el anciano (que como podrá usted imaginar es Wotan) le asegura que únicamente aquel que no conozca el miedo podrá forjar esa espada.
La escena cambia. Todo se torna oscuro y se escucha el tema de Fafner, seguido por motivos de destrucción. Hemos accedido a la cueva del gigante en medio de una noche profunda. Fafner, convertido en dragón, cuida celosamente el tesoro adquirido, mientras fuera de su cueva está Alberich esperando que en un momento de incertidumbre pueda quitarle el oro del Rhin al malvado gigante. Llega Wotan disfrazado de anciano a la cueva, pero Alberich lo reconoce. Trata de convencerlo para que le diga a Fafner que de una vez por todas olvide sus maldiciones y regrese el tesoro. Alberich es intransigente e intenta alertar al dragón de los propósitos de Wotan. Pero el dragón está profundamente dormido. En el momento en que dios y rey nibelungo se separan, llega el apuesto y musculoso Siegfried junto con Mime para combatir contra Fafner justo al amanecer. El héroe está embelesado con la tranquilidad del bosque; recostado en un árbol junto a un manantial piensa en cómo habrán sido sus padres; desea imitar los gorjeos de los pajarillos con un carrizo; se escuchan los murmullos del bosque. Al no poder imitar los sonidos de la naturaleza, Siegfried toma el cuerno que le ha forjado Mime y lo toca. Pero ese sonido despierta finalmente al dragón-gigante Fafner. Luchan a muerte y el joven -astuto e igualmente inocente- clava su espada en el corazón del dragón, que antes de expirar desea contarle a Siegfried la historia de por qué tiene ese nombre (un dragón que habla... yeah, right!). Sin embargo, el dragón exhala su última bocanada de fuego y su sangre moja los dedos del muchacho, quien siente que éstos se queman. Se los lleva a la boca y por acción de esa sangre ahora Siegfried tiene el poder para comprender las voces de los pájaros del bosque.
En el acto III vemos a Wotan invocando a Erda durante una (¿otra????) tormenta. Le dice que ya no teme por la destrucción de los dioses pues bien sabe que el salvador es Siegfried, y que estará de acuerdo que se quede con Brünnhilde (en caso de encontrarla). Al desaparecer Erda, Wotan espera ansioso el paso de Siegfried (quien es, como bien pude intuir, nieto del dios). El joven se encuentra con Wotan en el camino y su abuelo (sin saber el muchacho de quién se trata en realidad) comienza a hacerle diez mil preguntas (de Mime, de Alberich, del dragón, de la espada...) que terminan por fastidiar a Siegfried. Wotan se pone furioso ante la actitud del joven y se interpone con su lanza en el camino que lo llevará a Brünnhilde. El dios le dice a Siegfried que esa espada que blande orgulloso destruyó alguna vez su lanza.
1 Comments:
mejor que leer un audiolibro mi alegría!! jajaja...
Bruhnilde... siempre que escucho a las Valquirias, pienso en Bugs Bunny travestido cabalgando un caballo obscenamente obeso y de sexo indefinido, colina abajo, a los brazos de Elmer Fudd...
jaja...
Señorito Muchi, a mi MSN ha sido agregado... le espero pronto... sigue en pie la portada para la Jetas...
Por mientras... ya hay Gosh!!
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