El mar de Debussy, 2a. parte
El mar de Debussy fue estrenada el 15 de octubre de 1905 en París, con la Orquesta de la Sociedad de Conciertos Lamoureux, dirigida por Camille Chevillard. Se dice que mucho sufrieron los músicos de la orquesta para trabajar la obra ante la poca compenetración de su director con el lenguaje debussysta; igualmente, la música reflejaba una vanguardia sonora que pocos, muy pocos, podían comprender y, por ende, transmitir adecuadamente. El resultado de todo esto fue que El mar tuviera una pésima recepción en su primera presentación, dividiendo (como suele ocurrir) al público y los críticos. A partir de ahí se desató (para ponerlo en términos hídricos) una auténtica marejada de comentarios en contra de la flamante partitura de Debussy, como: “...la sensibilidad ya no es intensa ni espontánea, creo que Debussy deseó sentir más que lo que en efecto sintió”, “las tres piezas sinfónicas no dan una idea completa del mar, tampoco expresan sus características esenciales”, “... una completa ausencia de ideas”, ente un larguísimo etcétera. Seguramente, como bien dijo un musicólogo, “la decepción fue grande al no poder percibir a través de esta bella e innovadora obra la concentración salina de las aguas descritas, o algún equivalente musical de las sofisticadas teorías de caos actuales que explican y predicen la amplitud y forma de las olas.”
Sin embargo, las verdaderas razones por las cuales casi nadie comprendió El mar de Debussy residían en dobles circunstancias: antes que nada, y efectivamente, el compositor francés propuso una obra de gran vanguardia y de extremada sensualidad; y por otro lado, recordemos que la antigua esposa del músico había logrado expandir la cizaña en su contra generando una pésima fama para él, siendo que todos los críticos e intelectuales estaban más a favor de la desgracia de la mujer que de los verdaderos alcances estéticos de Debussy, poniendo como pretexto solamente los errores en su “conducta marital”. No queda duda, estimado lector, que toda obra de arte perfecta siempre suscita comentarios encontrados.
En la contemplación general de lo que ha significado el mar para los músicos (sin tener que abordar otras disciplinas artísticas, las letras y la pintura entre otras) vale la pena finalizar con un fugaz repaso de lo que se conserva en pautas y notas musicales haciendo alusión a aquel “viejo amigo” de Debussy. Por ahí tenemos La tempestad del mar, Concierto hermoso de Vivaldi que tan sólo da una pequeña muestra de las diferentes apreciaciones que tuvo en sus obras el músico veneciano de las aguas marinas; también está el Mar tranquilo y próspero viaje de Beethoven (una Cantata) y Mendelssohn (una Obertura); la estupenda “música oceánica” que se escucha en la ópera El holandés errante de Wagner; más allá encontramos las Sea Pictures de Elgar y los cuatro Interludios marinos de la ópera Peter Grimes de Britten; además, existen diversas Sinfonías como la Sinfonía Océano de Nicolai Rubinstein, la Sinfonía del mar de Ralph Vaughan Williams y una más con el mismo nombre de la autoría del belga Paul Gilson.
De miles de formas, y por más que hayan existido estas partituras, amén de las críticas de los críticos “sordos” frente a la música del autor del Preludio a la siesta de un fauno, ¿acaso El mar de Debussy no es la pieza musical perfecta para comprender la magnificencia y poderío de ese elemento de la Naturaleza que los seres humanos con tanta cerrazón y estupidez nos empeñamos en desvirtuar, vejar y aniquilar, y nos percatemos de cuánto podemos disfrutar de él sin tener que violentarlo? Cuántas sorpresas aún podemos encontrar en aquel coloso de tonos azules, bello y apacible, feroz y temible.
¡Partamos, oh Alma! ¡Leva enseguida el ancla!
¡Corta las amarras, iza, despliega las velas!
Navega, dirige el navío por las aguas profundas solamente.
Intrépidos, oh Alma, exploremos, yo contigo y tú conmigo,
Porque vamos hacia donde ningún marino se ha aventurado,
Y lo arriesgamos todo: el barco y nosotros mismos.
¡Oh, mi valiente Alma!
¡Ah, navega más lejos, más lejos!
¡Oh alegría audaz, pero segura!
¿No son de Dios todos los mares?
¡Oh, navega más lejos, más lejos, más lejos!
The explorers (Los exploradores). Walt Whitman
4 Comments:
Gracias por los cds por cierto en uno esta Preludio para la siesta de un fauno, de Debussy. Cierto? Recuerdo que era para el insomnio. Me da gusto tener un amigo tan culto y tan loco. T.Q.M Chema.
Ay José Maria pues que no ves que son paleros?? –Gracias amigos x sus comments-
Son cuates blogeros que me quieren mucho, si tú bien sabes que andaba súper nervioso y que nada más lo dicen para no sentirme mal. Que no ves que me quieren? Si las llamadas que llegan a el radio son para ti.
El único que me saca del hoyo siempre en el radio eres tú como dice Madonna en su canción Push Only you and only you and only you.
Eres la verdadera estrella, un hombre muy culto, con años de experiencia en la radio y a quien le agradezco su confianza y locura para prestarme el micrófono en tu excelente programa Música en Red Mayor.
Te quiero amigui.
P.D
Nadie puede tomar tu lugar, eres único cabrón.
Asi es... en el primer disco viene el Preludio...
Gracias mil... hoy el ir y venir de noticias pre-sexenales me hizo tirarme al suelo muy cabrón.
Gonzalo speaks the truth
-yo que te conocí a mis doce o trece años mudo ante mi radio
ahora te leo y lo comprendo
eres un tipazo
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